sábado, 29 de marzo de 2014

FIN

Vivimos en realidades paralelas que por un soplo de luna incalculable se cruzaron, para seguir siendo paralelas.

Voy a ahogarte con palabras hasta olvidarte, hasta olvidarme.

Hasta que la luna sea luna de nuevo.

Y brille sin tu sombra.

Sin tu ausencia.

FIN




viernes, 21 de marzo de 2014

Llena de nada.

Todo se desmorona.
Las cenizas del cigarrillo que prometí no volver a fumar con mucha determinación, el maquillaje de noche recién puesto sobre mis ojos, la pila de ropa perfectamente doblada que había sobre el baúl; el largo intento por mantener tranquila la razón.
Algo se activó, de una manera muy mecánica y práctica, un botón que no he podido encontrar, escarbo entre la piel, entre los músculos, los huesos, el alma… y no encuentro nada.
Nada.
Nada.
Nada.
Se me pierde la honestidad entre las palabras, sonrío con tanta maldad que me asusto.
Tócame, necesito sentirme, palparme en otras manos.
Mátame, regálame el placer de un último soplo de aire, porque ya no puedo sentir el viento, la vida correr en mis venas, la ficción, la realidad.
Ya no puedo sentir.
Ya no puedo sentir.
Ya no puedo sentir.
Encuéntrame, cara a cara, lee en mi mirada eso que el espejo me esconde, traduce esta incapacidad en algo tangible.
Declárame la guerra, pelea conmigo.
Absórbeme, como un último acto de pasión desgarradora.
Y cuando todo haya terminado: revíveme.

jueves, 20 de marzo de 2014

Torre Amanecer


Retazos, partículas mínimas, evidencia que se esconde bajo las uñas después de rasgar su piel. La noche, la mañana, la madrugada, el tiempo congelado en una luz tan azul como el agua salada del mar. Velocidad, rítmo, necesidad de atragantarme entre su piel, ahogarme con sus pechos, juego de animales que chocan sus huesos, un acto salvaje, una necesidad aberrante de absorberla, de considerar la muerte como parte del placer, de filtrar mis dedos entre su pelo desordenado y sentir con la yamas de los dedos el calor húmedo de su piel. Incontinencia de deseos, de pasiones, de una euforia lujuriosa que calcinaba los poros de la piel, el contorno de sus labios que devoraba con placer.


lunes, 3 de marzo de 2014

La parafernalia del amor


Pienso en vos, de la manera en la que se piensa en alguien cuando se está enamorado.
Te imagino, imagino tus mañanas cuando despiertas cansado después de una noche casi en vela resultado de tus nervios pre rodaje. Imagino tus ojos luchando con la luz de la mañana, el pestañeo intermitente; los labios secos y tu pelo desordenado. Tu cuerpo pesado retorciéndose sobre tu cama, extrañando la calidez de mi piel, la forma perfecta en la que encaja tu pecho sobre mi espalda, mi dulce aroma que tanto te mata. Te imagino imaginándome, dibujando los hilos de luz que entran por mi ventana con esa particular trama de persiana metalizada, me imagino que me imaginas de una manera idealizada, mis curvas un poco más curvas, mis piernas un poco más largas. Puedo ver en tu mente la imagen congelada de mis senos semi desnudos entre el colchón y la sábana.

Y después te extraño, con esa pasión con que se extrañan las cosas que uno ama, esas a las que estamos gratamente aferrados. Te extraño como se extraña al sol en una fría tarde de invierno, como se extraña el agua en los caminos desiertos, cómo la tierra fértil al segador de la cosecha.

No lo entiendo, cuando te miro a los ojos juraría que te conozco, de algún rincón, de algún café, de alguna historia, de algún papel. La claridad de mi mente cuando estoy a tu lado, la capacidad de reír, de decir la verdad, de soñar un poco más. ¿Porqué me hablas como si me amaras? Como si te fundieras con mi aroma, mi risa, mi piel... Como si mi nombre iluminara tu penumbra, como si una noche loca fuera suficiente para amarrarte a mi niñez.

¿Porqué siento que te amo así no más? Si no han habido flores, vino, razones con intenciones; si todavía no es el tiempo en el manual de como un ser humano se debe enamorar...
¿Y la parafernalia del amor? Los pasos, los peros, el juego perverso del si y del no, las dudas trascendentales, el mercantilismo del corazón, los errores, los detalles, el hacerme la difícil, el que te hagas el conquistador?

Nos saltamos los pasos, nos comimos los pares, nos lanzamos sin miedo a encontrarnos de frente, cara a cara, corazón.

miércoles, 26 de febrero de 2014

¿Quién estoy? ¡Dónde soy!


No se que estoy haciendo aquí. Es como la pregunta que ha estado martillando mi cabeza estos últimos días. ¿Cómo puedo preguntarme tantas veces la misma línea para la cual ya tengo una respuesta? Pero no me basta. Me salta como uno de esos correos automatizados que están predeterminados para responderte en cuanto reciben la orden, solo un efecto mecánico de la programación, pero sin un pizca de humanidad que cargue las palabras, es más,  no se como pueda calificar a esa unión de letras una palabra, cuando fueron expulsadas por un aparato híbrido y calculador, sin sentido.

Sé que estoy exactamente dónde debo de estar, pero no se en realidad porqué llevo tanto tiempo tomando este tipo de decisiones. Me limito, me limito a la inmediatez de los sentimientos que traicionan mi personalidad impulsiva. Mi felicidad se ha limitado a una simplicidad que insulta mi capacidad creativa. Estoy harta de mi negligencia, todo lo que me aviva me mata, la felicidad se mudó con la tristeza, la sabiduría con la terquedad y las adicciones con el tedio. Ahora habitamos todos en una casa más parecida a un centro de rehabilitación que cualquier otra cosa, y aunque nunca he habitado o conocido uno, supongo que así serán. Yo vendría a ser cómo la enfermera jefe, visitando las habitaciones todos los días, ensuciándome con las enfermedades de los residentes, salpicada por todos, obviamente mi equilibrio emocional parecería una montaña rusa con un freno de mano que tiraría sin querer de vez en cuando. Cargado, desordenado y sin sentido, todo tiene forma de roca, como este párrafo eterno que no he ni releído la primera vez porque mi vómito viene como una corriente desorientada y adversa.

Fui muy inocente al creer que no pasaría por aquí de nuevo. No me refiero al hecho de hacerme preguntas con respuestas concretas que son todo menos una respuesta concreta; me refiero a perderle sentido a todas las respuestas que encontré. Yo pensaba que en algún momento de la vida, “de la madurez” uno llegaba a trazarse líneas fronterizas con esos temas delicados que amenazan con la existencia, y que había ciertos caminos estrechos que se cerraban por seguridad y cuando uno volviera a acercarse a ellos, saldría corriendo, lejos, sin ni siquiera ocurrírsele cruzar de nuevo.

Pero heme aquí, frente a la cinta amarilla de letras negras y rojas que dice “PELIGRO”, un pié dentro, uno fuera, mi corazón latiendo a mil, los ojos que ríen, la boca que llora: ¿Quién estoy? ¿Dónde Soy? El camino de regreso era un círculo perfectamente rotulado que conducía directamente al principio de las cosas, al momento de tomar la decisión de vivir en paz o vivir la vida. Yo no puedo vivir en tranquilidad, la tranquilidad tiene por efecto directo la angustia. Y no quiero vivir angustiada cuando no vale la pena la angustia, valga la redundancia. Las reglas son tan complicadas, los caminos rectos tan facilistas. Soy un animal hambriento de carne, adicta a los amores pasajeros, me gusta amar. He llegado a la conclusión de que amar es mi talento, mi secreto, la sensualidad que cubre mi cuerpo, ese no se qué indescifrable, yo se amar, soy buena para amar. Me puedo enamorar en cinco minutos, enamorarme de un hombre distinto durante cada minuto y amarlos a todos al tiempo. Puedo tardar un año, seis meses, amar con furia o amar pasivamente, puedo amar de todas las maneras posibles, existentes, lo único que no puedo hacer es dejar de amar. Enamorarse es tan simple, tan vivo, tan real. Ya la gente no ama, la gente siente muchas cosas, pero no ama. A mi me gusta sentir el dolor, saborear cada rincón de la tristeza, de la angustia, del cielo nublado y la melancolía de las mañanas lluviosas, pero el amor, el amor no se siente el amor se hace. El amor tiene que matarte y volver a revivirte, el amor tiene que alinearte, te hacer ser mejor persona, te hace ser peor persona, el amor tiene que descontrolarte, destrozarte y volver a pegarte pedacito a pedacito, el amor es ese hilo que cose de nuevo y trae juntas todas las partes formando un nuevo rompecabezas, único, emocionante, hay veces desordenado pero con fichas que coinciden poco a poco, y cuando finalmente están juntas unas con otros sin espacios en medio, sin abismos que las dividan, ahí, la felicidad de la pieza unificada se pierde en una euforia que extiende las frías mañanas en largas escenas de erotismo a contraluz. La eternidad incalculable del día convirtiéndose noche y la noche convirtiéndose en día. Un momento efímero de creación entre la rotación y la traslación de un planeta que pareciera tener solo dos habitantes, exhaustos de tanto amar, de tanto disfrutar.
Pero de pronto las fichas vuelven a esparcirse, y la angustia de no hacerlas encajar nos destruye, nos volvemos entes violentos que en un intento fallido de hacer coincidir lo incoincidible, arrancan extremidades para simular la permanencia de formas destinadas al cambio. La diferencia con un rompecabezas de verdad es que el cartón no es un elemento conductor ni en constante mutación. Por eso jamás vamos a ser un pieza única, siempre fichas buscando acoplarse, hacer parte de algo, una necesidad agresiva de pertenecer.

Soy una adicta más, pero no existe rehabilitación para los masoquistas. No se de dónde saque la idea de que, no permitir que este instinto salvaje me lleve a su libre albedrío, me mataría como artista. Aborrezco la necesidad de pensar en el arte como una espada de doble filo, pero no la puedo soltar, prefiero clavármela dentro, entregarme a ella, morir derramando mis ultimas gotas de sangre, sintiendo su efecto mordaz sobre mi, ahogándome con su veneno. No me quiten la libertad de vender mi cuerpo cuando solo quiero sentirme como un pedazo de carne que vale tres pesos, no me quiten las mañanas en brazos ajenos, la posibilidad de morir de tristeza, de aferrarme al desconsuelo y al olvido, de pensar que vivo mi propia muerte, velo mi propio entierro, sepulto mi propio cuerpo. No me arranquen de la boca las palabras hirientes, que como punzadas ataquen los seres que quiere, no me dejen sin heridas que sanar, sin personas que perdonar, amistades que recobrar, no me priven de reír bajo los efectos de cualquier alucinógeno, como el de tus chistes sin sentido, tus imitaciones baratas de cualquier película infantil, o la hierba que comprábamos cuando no creíamos en nadie, en nada. No me roben las letras, ni las que leo, ni las que escribo, sobretodo las que le escribo a ella, esas, sobretodo. Prefiero entregar mi vida en sacrificio, morir en acto de caridad con ese señor que necesita un trasplante de riñón, dividir mi cuerpo y que cada pedacito cobre sentido, me rehúso a vivir así, a estar sin estar aquí ¿Qué estoy haciendo aquí?




lunes, 24 de febrero de 2014

Cuerpos resonantes

Eso era lo que sucedía cuando ella encontraba una mirada sincera que adornara los ojos de un alma
flotante, tangible, real. Por más que lo intentaba no podía evitar sentirse fascinada por las historias que escuchaba. Las palabras de aquel hombre traspasaban todos los filtros de inmunidad, rasgaban en dos pedazos su naturaleza y sometían su carne a una humanidad imposible de controlar.

No entregarse era una contradicción sin sentido, negar la verdad que habitaba entre dos cuerpos desconocidos que parecieran estar hechos del mismo polvo, hubiera sido semejante a un asesinato a sangre fría. La noche soplaba con un viento liberador, las bocanadas de aire que exhalaban parecían purificar la maldad y barrer los estragos de finales amargos y desalentadores; No había pasado que condenara ese momento, no había más futuro que el cielo oscuro anunciando una noche más sobre la misma ciudad, dispuesta a dejar de ser una de tantas, una del montón, una que no valiera la pena recordar.

Durante tantas horas lo miraba, lo observaba, lo conocía, lo tatuaba a puntadas sobre su corazón; con cada punzaba los órganos parecían volver a latir, despertar, casi revivir. Lo besó en su mente tantas veces que cuando finalmente el enredó sus labios sobre ella, no tuvo más opción que afianzarce a ellos de una manera violenta, desesperada, imprudente. Reconocía el peso, el olor, el tono magenta de su rostro pintado por la luz, el ejercicio de condensar en fotográmas, al rítmo de un estrobo, la espiral acogedora del amor. Se aferraba a sus brazos cómo si se aferrara a la vida misma, impulsos nerviosos que corrían en contravía y en una velocidad excesiva, llena de adrenalina.
Y después reían, si reían juntos, como si se conocieran, cómo si pudieran ver el vacío profundo y aterrorizador que se escondía dentro, cómo si estuvieran dispuestos a caer juntos, abrazados, entrelazados; cómo dos enfermos que han encontrado la cura.

Ella, un cuerpo capaz de vibrar fuera de la secuencia natural. El, una fuerza relativamente pequeña capaz de aumentar de forma progresiva la amplitudo del movimiento. Ellos, unión que podría ser destructiva, como el vaso que se rompe cuando una soprano canta.

jueves, 13 de febrero de 2014

Necesidades Vitales



Tengo una necesidad miserable de escribirte. Digo miserable porque es un capricho perverso, mezquino, sin valor ni fuerza. Y cuando digo "escribirte" es una simple metáfora, porque en realidad le escribo a el, a ellas a todos; te describo, me describo: nos describo.

Así que sí, es para ti, y no, es para Ella. Que más da, un nombre, un género, color de piel... Para mi todos son uno y uno son todos, musas que me acorralan cómo los remordimientos de un preso, que no logran la paz hasta apagar su cerebro.

No sé en que punto estén correctos mis sentidos, bueno para eso tendría que descifrar el verdadero significado de "correcto" (misión imposible), pero siento una fuerza viva que mueve la corriente sanguínea más de prisa cuando las yemas de mis dedos se aferran al lapicero y la tinta negra sin querer dibuja tu nombre. Y cuando poco a poco dibujo en un enredo de letras tu esencia, cuando retrato entre líneas las curvas de tu cuerpo y casi siento que toco la delicada piel que se esconde entre tu pecho, me doy cuenta del efecto suicida que es nombrarte sobre el papel.

Por eso permanezco en silencio, profundo y sofocante, porque cuando el narrador comienza nadie puede pararle, y se crean historias, y se cuentan verdades, y se enamora el lector y no hablar de las ficciones que se encarnan en personajes reales.

Por eso repito, mezquino, miserable, desdichado e infeliz, la necesidad de escribirte para poder tocarte.